agosto 28, 2012

UN MES BASTÓ (Cap. III)




A partir de esa noche en la cena familiar en casa de Alejandro, Federico llegó para quedarse en la mente de Laila por un buen tiempo. Él ese día la acompañó a casa y le pidió que salieran en una cita formal al siguiente viernes, a lo que Laila respondió emocionada con un .  Durante toda esa semana ella contaba los días, las horas, los minutos... Hasta que por fin se llegó el viernes, salieron a cine y a tomarse algunas cervezas en un parque cercano a la casa de ambos, pues él también vivía en el barrio de Laila y Alejandro.

En medio de todo se fundieron entre besos y Laila por dentro se sentía feliz pero asustada y le dijo expresamente a Federico que no podía mencionar lo ocurrido a Alejandro, ya que ella sabía que él moría de amor frustrado por nunca haberle confesado de frente lo que sentía, Fede no se mostró sorprendido ante la solicitud pero accedió a no contar nada.

Durante los días posteriores él se encargó de enamorarla con detalles pequeños y justo cuando estaba más ilusionada, él no volvió a aparecer, no había pasado más de un mes y todo pareció acabar de repente sin que Laila tuviera ni siquiera tiempo de reaccionar ante el hecho de que su segundo enamoramiento de su vida, hubiera sido algo inútil y sin futuro para él.

En medio de la desesperación por no saber de él, llamó a Alejandro y al preguntarle por su amigo, él  le contó toda la verdad Lilita, yo te había dicho que Federico no era un hombre para tí, él es muy perro y yo sabía todo lo que estaba pasando pero como no me hiciste parte de tu vida, decidí callarme, él está saliendo con otras dos viejas de la facultad y pues ahora no tiene tiempo para vos, es así de simple, así que más bien olvídalo... Ya pasó.

A pesar de la tristeza y la decepción en que se sumió Laila, siguió en la universidad sin querer volver a enamorarse nunca y en algún momento se dio golpes de pecho por no mirar a Alejo con otros ojos más que de los de amigo.



agosto 27, 2012

A BLANCO Y NEGRO

Eso de andar saltando entre nubes rosadas y azucaradas, estar sonriente todo el tiempo y no solo dibujar esa pequeña línea en su rostro, sino sentir felicidad desde lo más profundo de su ser y regalarla con sus ojos saltones y expresivos a todo el que la veía y la conocía. Eso de vivir entre fuentes de miel y chocolate, ver todo desde las ópticas mas optimistas, de no sentir que caminaba sino de que flotaba... Eso de ver que cada error era solo un empujón más para seguir avanzando, eso de nunca mirar hacia atrás por el arrepentimiento de haber dado un no, un tal vez o un sí, no era sencillamente lo suyo. 

 Era mas bien una mujer calmada, vivía en las nubes eso sí, pero era parca y seca. Para ella casi todo era o blanco o negro y tal vez gris, pero eso no era necesariamente malo, miraba a los demás con ojos sombríos, hablaba lo necesario, su interés no era llamar la atención de nadie y menos de que alguien completara su corazón, pues se sentía bien así, sola por el mundo... 

 Su frase era "a lo que vinimos"... Si había que trabajar, trabajaba, si había que estudiar, estudiaba, si había que sonreir, sonreía displicente, si se trataba de pelear, lo hacía y así siempre llevaba su vida como un alma que el aire simplemente iba arrastrando por la vida. 

 Hasta que un día, se topó con un chico de ojos claros y mirada perdida, rizos rojos, delgado y aunque vestido de todos los colores tenía la misma actitud que ella, se le notaba a kilómetros. Era un chico poco común, por lo que ella se alegró internamente, no quería pensar que en algún momento él la viera dibujar líneas expresivas hacia él. En cambio, él le regaló una sonrisa deseando que se percatara de su existencia pues quería que juntos completaran ese mundo blanco, negro y a veces gris que habían construido solos hasta ese momento. Y ella finalmente, le sonrió.



Este  post fue escrito para el cuarto aniversario del  blog de  @Campanula13, en estos días lo recordé y decidí publicarlo por acá, sin dejarle de dar las gracias a ella, por haberme hecho esa invitación hace un año...  


agosto 22, 2012

LA CENA FAMILIAR (Cap. II)



Alejandro era un chico alto, de tez blanca ojos verdes, muy solicitado por sus compañeras de la universidad, seguro tenía sus rollos con algunas de ellas pero esos eran temas que le ocultaba a Laila, pensando que tal vez habría un asomo de algo más hacia él. Pero nada, nada pasaba, lila terminó el colegio y entró a la universidad, donde cambió por completo, ya no era la adolescente que aunque algo pícara conservaba ingenuidad, a pesar de que tenía 17 años en su primer semestre, ella sintió que era un mundo nuevo en el que no podía ser tonta  y se empezó a llevar por delante a cuanto tipo creía que podía conquistarla, ella era una mujer difícil y de armas tomar, por decirlo de alguna forma.

Alejo vio con sorpresa cómo todo había cambiado para ambos en tan pocos meses.  Se fue convirtiendo en su mejor amigo, en el de toda la vida, el que siempre estaría presente para acompañarla en lo que ella quisiera, Laila por su parte, ya sabía todo el poder que ejercía sobre él y aunque lo quería de manera desbordada, lo manipulaba cuantas veces quería y podía.

Una noche, él la invitó a su casa a cenar con toda su familia y un compañero de la universidad, cuando ella vio al amigo de Alejo se enamoró de ese hombre, era un poco más alto  que Alejo, tenía cabello negro, ojos claros, una sonrisa perfectamente alineada y una espalda grande. Alejo vio cómo de inmediato surgió la química entre Laila y Federico y sintió que él mismo se había clavado un cuchillo al presentárselo.

La cena transcurrió en la normalidad de la familia de Alejandro, todos conversaron sobre las nuevas experiencias en la universidad y el susto que le generaba a Laila la etapa de los finales, pero Alejo y Federico siendo más experimentados en el tema, le revelaban truquitos para no asustarse y sobre todo para hacer copia como último recurso.

Ella se reía desparpajada cada que Federico salía con alguna ocurrencia y lo miraba disimulada frente a todos en la mesa.

Alejandro estaba consternado.

agosto 20, 2012

EL HUEQUITO EN EL CORAZÓN

Escribo esto en el calor de la llamada que acabo de recibir siendo la 1 A.M.


Estaba a punto de apagar el computador y me disponía a cerrar todos los programas cuando de repente suena "mi teléfono virtual", era un número de celular de Medellín y no entendía por qué justo sonaba a esta hora, regresé la llamada al no alcanzar contestarla y recibo la sorpresa de que eran ellos, mis amigos, a los que más extraño desde esta distancia que sólo se acorta echando rulo en el chat y de vez en cuando en skype y demás medios posibles. 

Sin embargo, este post para mí, es algo obligado que venía pensando hacer desde hacía unos días, para quienes me conocen saben que lo expreso todo cuando puedo y quiero y éste tal vez sea un buen momento. 

Siempre que me preguntan que cómo estoy en mi nueva vida en México, respondo con un escueto "bien"  y es cierto, estoy bien, conociendo una nueva cultura, conociendo gente con muchos puntos de vista, con otras costumbres, expectante por empezar ya la universidad, gozando mientras puedo y dentro de lo que puedo, realmente no me puedo quejar. 

Sin embargo, siempre tengo ese huequito en el corazón, ese hueco que sólo lo entendemos aquellos que hemos dejado toda una vida atrás para iniciar una nueva en otro lugar desconocido, con el millón de miedos y alegrías que eso conlleva.  Es el huequito de extrañar a aquellos que me dejaron entrar en sus vidas y de alguna manera ser la amiga, la confidente (aunque esa palabra suena muy empalagosa y algo mañé), la que organizaba las parrandas pero que también está para lo que se necesita y ya supe que también soy la amiga regañona pero que por eso me quieren (palabras textuales dichas por ellos). 

Es ese huequito que siento cada que salgo de mi casa en GDL  y alguna cosa me los recuerda, algún detalle en cualquier avenida que me hace pensar esto le gustaría a ella, a él o a todos, el combo que de alguna manera formamos entre los distanciamientos, las peleas, las decepciones, pero que sobre todo tenemos ahí y es la amistad y ese amor de amigos que nos une. 

Sí, estoy bien y espero que me siga yendo bien de aquí en más, pero por encima de todo, así no hablemos diario, así ya no los pueda ver como antes, quiero darles las gracias por estos momentos de felicidad que en la distancia me siguen dando, por todo ese apoyo moral que me han dado para emprender este camino y sobre todo por seguir aquí presentes, me hacen sentir que tengo dónde llegar y que luego será como si nada hubiera pasado. 


Directamente dedicado a  Lala, palito, juli,  Pablo, 
Sele, Juanes y Stefanía. 

agosto 19, 2012

LAILA, ALEJANDRO Y DANIEL (Cap. I)

Laila, Alejandro y Daniel eran los amigos de la cuadra, se llevaban muy bien los tres y ella era feliz siendo "la reina" del combo, ella era una adolescente algo coqueta, estaba cursando 7º y ellos dos ya estaban terminando el colegio.  Pasaban sus tardes entre las tareas y los juegos que hacían con el resto de sus amigos del barrio, pero siempre estaban ellos tres juntos para ir al cine, a escaparse en la noche de sus casas para quedarse hasta tarde conversando y riendo, para los tres fueron unos años maravillosos que pasaron en el barrio en el que crecieron juntos compartiendo cada historia.

A Laila le gustaba Daniel y era un sentimiento recíproco, en cambio Alejandro, vivía triste porque estaba enamorado de ella, pero veía todo lo que con picardía comenzaba a suceder conforme pasaban los años, ya los juegos iban cambiando a ser del estilo "la verdad o se atreve" y Alejando nunca tenía oportunidad de decirle a Laila lo que sentía.

Ella era una eterna enamorada, siempre se dejaba llevar por lo que sentía sin ponerle razón a nada y se dejó enamorar de Daniel, como se enamoran los jóvenes a esa edad.  Una noche de películas en casa de Alejandro, Daniel y Laila decidieron contarle a él, que ya eran novios pero que igual seguirían siendo como los tres mosqueteros, Alejo con decepción lo aceptó sin decir nada y sólo mostrando una sonrisa para ocultar su llanto por haber perdido tan inútilmente a lila, como solía decirle.

Pasó poco menos de un año y esa relación de su primer amor se fue acabando y los tres mosqueteros se se separaron del todo. Ellos dos empezaron la universidad y Laila iba terminando el colegio.

A pesar de que vivían en el mismo barrio ya poco se veían y cuando lo hacían se saludaban a la distancia, pero Alejandro siempre le llevaba detallitos que compraba en la universidad y seguía ahí como su amigo incondicional.

Él a pesar de tener ya una vida nueva de universitario seguía pensando en Laila como si fuera su primer y único amor.


 
 
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