Hace unos días recibí un correo de la dueña del actual blog, la señorita Maria Clara más conocida como Cute, donde nos contaba su idea fugaz de hacer un post sobre alguno de los 7 pecados capitales, me gustó mucho la idea, y desde ese momento acepte el reto de escribir, peor por más que le diera vueltas al asunto no lograba decidirme por ningún pecado capital, no surgían ideas, quería que fuera un post impactante, que quedara en el corazón de los lectores, pero me dí cuenta que era ridículo buscar un fenómenos para explicar algún pecado capital, ya que siempre en nuestro diario vivir cometemos dichos pecados, sin darnos cuenta, en lo más inocente de nuestro ser ellos están presentes, y así fue como decidí hablar sobre la gula.
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(30 de Noviembre de 2010. A las 02:44 pm.)
Todo empezó esta mañana cuando llegué agitada a la oficina como ocurre a diario descargué el bolso, prendí el computador, descargué mi pesado cuerpo en la silla, me relajé, y una voz de la nada dice “Hoy no hay trabajo, estamos en remodelación, váyanse y no vuelvan hasta el jueves”.
Bueno, no había de otra, llegue a mi casa, y me relajé, llegó la hora del almuerzo y me dije a mi misma -Hace rato no como carne, que rico serían unas costillas BBQ o una punta de anca- Me dirigí a “Parrilla beef BBQ” un restaurante ubicado a unas cuadras del apartamento, me senté, pedí la carta! (con lo bueno que es pedir a la carta), y ahí estaba con su túnica, y su coronilla de romero ohhhh! iluminado, como si acabara de llegar del cielo -Solomo de carne a la BBQ- y ahí estaba la niña con avaricia [se los dije, esos ben(mal)ditos pecados están por todas partes, hasta en la historia de otro pecado ¬¬].
Traté de controlarme pero no fui capaz “niña me da un lomo de cerdo a la BBQ con papitas criollas y un jugo en leche de feijoa” y 20 minutos después empecé a devorar ese lomo de cerdo de una manera deliciosa, llevaba la mitad del pedazo de carne y me sentí llena, plena, pero estaba tan delicioso que seguí y seguí comiendo como si no me jactara, me faltaban 3 centímetros de carne y no fui capaz, me derrotó, pedí la cuenta y salí de nuevo para el apartamento.
De vuelta me sentí mal, sentí ese retorcijón de testarudez y empecé a sentirme mal, por no haberme controlado, por no haber sido capaz de parar, pedirlo para llevar y comerlo cuando tuviera más hambre, pero no solo por eso me sentí mal, me di cuenta que el ser humano no solo es “guloso” con la comida, también con los sentimientos, con las posesiones y demás cosas.
Y eso me entristeció, somos testarudos y no nos jactamos fácilmente, hasta que ya reventamos es cuando nos damos cuenta que fue más que suficiente.
Lo más impactante del asunto es que mientras escribía el post me detuve, porque me urgió ir al baño a devolver el lomo de cerdo, y descubrí que uno quisiera devolver tantas cosas con las que trata de jactarse y nunca lo logra, pero luego es tarde para eso.
*Geraldine Giraldo es tal vez la más jóven de los invitados
pecadores de este Blog. La pueden leer en Twitter como
@GeraldPimienta y en su Blog
Es cierto que muchas veces queremos devolver cosas que nos maltratan adentro del cuerpo, vomitarlas, expulsarlas... No lo hacemos cuando es debido y luego ni el arrepentimiento permite paz mental!
ResponderEliminarEse video me recuerda tantas sensaciones. La incapacidad de dejar el plato vacio, pedir para llevar, soltar la mano ajena, devolver lo prestado; y luego la sensación de que tienes un monstruo, un tragaldabas adentro tuyo, que hay algo que sacar...
ResponderEliminary nunca sale.